El estrés es una respuesta fisiológica de nuestro organismo ante una situación determinada.
Nuestro organismo activa distintos mecanismos de defensa, genera recursos y se prepara para responder a una situación que se percibe como “amenazante” o a una demanda propia o del entorno. Su fin es la superveniencia frente a esa situación.
El estrés es necesario para afrontar y superar determinados acontecimientos de nuestro día a día. Algunos cambios en nuestra vida diaria pueden llevarnos a aumentar estos niveles de estrés, como puede ser: hacer una mudanza, casarse, tener un hijo, duelo por un ser querido, una ruptura sentimental, un trabajo nuevo o la pérdida de éste, etc.
Hay situaciones más estresantes que otras, o mejor dicho, hay situaciones que requieren un mayor nivel de activación por parte de nuestro organismo para ser resueltas de manera eficaz.
El estrés puede considerarse “positivo” (eustrés) cuando dicha respuesta fisiológica es adaptativa, es decir, supone un nivel de activación adecuado para afrontar la situación que nos ocurre. Y puede considerarse “negativo” (distrés) cuando la respuesta fisiológica es superior a la que demanda la situación o cuando dicho nivel de activación se mantiene en el tiempo. Los síntomas del distrés son muy variados, y nos afectan a todos los niveles:
Síntomas físicos: presión en el pecho, hormigueo en el estómago, sudor en las palmas de las manos, palpitaciones, dificultad para tragar o para respirar, sequedad en la boca, temblor corporal, manos y pies fríos, vértigos, tensión muscular, falta o aumento de apetito, fatiga y agotamiento…
Síntomas psicológicos y emocionales: inquietud,, ansiedad, angustia, ganas de llorar, irritabilidad, enfados frecuentes, deseos de gritar, golpear o insultar, miedo, preocupación excesiva, ganas de escapar, dificultad para tomar decisiones, bloqueo, pensamientos negativos, dificultad para concentrarse, disminución de la memoria…
Síntomas conductuales: Agitación, risa nerviosa, rechinar los dientes, tics nerviosos, inapetencia sexual , aumento o disminución de apetito, beber o fumar con mayor frecuencia, dormir en exceso o insomnio, diarrea o estreñimiento…
Estrategias para combatirlo:
*Lo principal es identificar qué es lo que me ocurre, para ello es recomendable que acuda a un profesional.
1. Intentar relajarse: respira profundo, cambiar de actividad, descansa. Utiliza técnicas de relajación cuando no puedas cambiar dicha actividad, por ejemplo, en el trabajo. ¡Toma descansos!
2. Hacer ejercicio y mantener una dieta equilibrada. Ambos aspectos está demostrado que influyen de manera directa en nuestro estado de ánimo. El deporte no sólo es beneficioso para nuestra salud física, sino que a nivel hormonal libera adrenalina, toxinas, todo esto nos aporta un bienestar físico notable. ¡Cuídate y desconecta!
3. Comparte tus emociones. Busca alguien con quien expresarlas. ¡Desahógate!
4. Acepta tu emoción, luchar contra ella la mantiene en el tiempo. Obsérvala, siéntela y poco a poco se desvanecerá.
5. Para un instante, reflexiona, busca soluciones y pide ayuda si estas bloqueado o no ves solución ¡Date tiempo para solucionarlo!
6. Reinterpreta la situación estresante: reformula, busca alternativas y posibles soluciones, y busca los aspectos positivos de la nueva situación.
7. No anticipes lo que pueda suceder, por lo menos no lo hagas de manera negativa.
8. Planifícate, organiza tu tiempo, establece prioridades y tiempos reales para llevar a cabo las actividades que quieres realizar. Prioriza: primero lo primero.
9. No quieras controlar aquello que no depende ti
10. Decide y toma decisiones, lo haces constantemente con buenos resultados (mira en tu pasado) La decisión errónea es no decidir.
11. Ordena tu mundo. Donde trabajas, donde vives. El orden nos hace sentir cómodos en el ambiente, sácale partido, busca aquello que te haga sentir a gusto.
12. Intenta ser más optimista, Es un estado temporal. Hay que buscar claves para afrontarlo, siempre teniendo claro que no es un estado permanente. ¡Piensa en positivo, no tienes nada que perder!
Juan Cañadas