Hace algunos años en ciertas zonas de China era costumbre vendar los pies a las niñas para frenar su desarrollo normal y así conservar los pies pequeños en la edad adulta. Esta práctica cultural hoy en día y desde nuestro prisma occidental resulta inadmisible por ser machista o incluso tortuaria. Sin embargo, no hace falta mirar tan lejos ni tan atrás en el tiempo para darnos cuenta que la premisa de que la mujer debe sufrir para estar guapa sigue muy vigente en nuestra civilización, y el tacón es una prueba evidente de ello.
Como bien afirma José Manuel Ogalla, presidente del Colegio de podólogos de Cataluña “el tacón es antinatural”. El pie humano está diseñado para trabajar en horizontal, su principal función es repartir el peso del cuerpo de forma homogénea por toda su superficie.
Cuando una mujer se sube a unos tacones está obligando a sus pies a cargar todo el peso de su cuerpo en la parte delantera, concretamente en la zona de los metatarsos. Esto a corto plazo predispone al tobillo para sufrir esquinces y luxaciones. Aun así, el verdadero peligro es que a medio y largo plazo puede provocar lesiones y deformidades irreversibles. Si además tenemos en cuenta que los zapatos con tacón suelen tener la punta más estrecha de lo normal, obtenemos un cóctel realmente peligroso en el que el antepié sufre deformidad y compresión de sus estructuras durante un tiempo prolongado que en mujeres que trabajan con tacones puede durar más de 8 horas. De aquí pueden desencadenarse los siguientes problemas:
-Hallux valgus: También conocido como juanete. El dedo gordo en una punta estrecha acaba por adoptar una posición de aducción en su articulación metatarsofalángica, lo que puede llevar a inflamación, roce de huesos y distensiones ligamentarias que conducen a artrosis y deformidades irreversibles.
-Dedos en garra: La misma compresión y carga puede provocar deformidades en el resto de dedos, que al no tener espacio suficiente tienen que flexionarse hacia atrás. Otra vez encontramos posibles artrosis y deformidades, que pueden inducir a una pérdida de equilibrio y a una mala pisada.
-Neuroma de Morton: Es una lesión frecuente del nervio que pasa entre el tercero y cuarto dedo del pie. Al estar comprimido se inflama y se degenera, pudiendo llegar a la atrofia total en algunos casos. Algunas secuelas esperadas son un dolor que irá en aumento, calambres, parestesias o pérdida completa de sensibilidad en esa zona.
-Metatarsalgia: Lesión en la zona de apoyo del pie. Hay que tener en cuenta que con tacones la carga de todo el peso del pie recae en un único hueso, el metatarso. Este hueso además de inflamarse puede sufrir desgaste prematuro e incluso traumatismos de microrrepetición.
-Fascitis plantar: La fascia es una banda tensa que va desde el talón hasta la unión del metatarso con la primera falange del pie, es decir, termina justo en la zona de máxima carga con tacones. Esto unido al exceso de tensión por estiramiento en la planta del pie da lugar a la fascitis, en la que la fascia está irritada y predispone un punto doloroso a nivel del talón que a veces es tan incapacitante que impide el apoyo del pie durante días.
-Espolón de Haglund: Como consecuencia del mismo estiramiento de la fascia se puede desarrollar un crecimiento óseo por delante del calcáneo que además de doloroso a veces solo puede solucionarse con cirujía.
A todos estos problemas intrínsecos del pie hay que añadir la excesiva tensión del músculo tibial anterior y el consecuente acortamiento del tendón de Aquiles, que dan lugar a contracturas, dolores y desequilibrios. Estas descompensaciones musculares no se quedan en la pierna, sino que se transmiten en cadena al conjunto de músculos que forman la cadena, provocando también problemas de cadera y espalda. La zona lumbar se ve comprometida especialmente ya que para mantenerse en equilibrio sobre el tacón la mujer debe hacer una anteversión pélvica. De esta forma la curvatura lumbar se acentúa exagetadamente, lo que conduce a una posición hiperlordótica en la que la musculatura lumbar y cuadricipital sufre y las vértebras se comprimen. Como consecuencia se produce en la espalda las condiciones ideales para sufrir una hernia discal o una ciática.
Estas son sólo algunas de las patologías directamente asociadas a llevar calzado elevado. Si tras unas horas encima del tacón tus pies acaban doloridos y sienten necesidad de quitártelos haz caso a tu cuerpo; el dolor es una señal de alerta de que algo no va bien, una alarma ante una posible lesión. La única situación en la que un calzado alto tiene su justificación en si existe alguna lesión del tendón de Aquiles que requiera su acortamiento para ser solucionada. El tacón desde un punto de vista sanitario no deja de ser una medida ortopédica que debería ser utilizada sólo con ese objetivo. En todo caso se recomienda que el tacón no sobrepase los tres centímetros de alto, que tenga un buen sistema de almohadillado y amortiguación y que el calzado sea lo suficientemente amplio como para respetar la anatomía del pie.
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